MITOLOGÍA  HITITA



- Introducción

Los hititas fueron un pueblo poderoso, que llegó a ser un imperio, y cuya capital y centro, Hatussa, estaba en las regiones montañosas de Anatolia, meseta central, de lo que ahora es Turquía. Sus misterios aún no revelados se incrementan al analizar su abrupta desaparición, hace más de 3000 años. Pese a los siglos que nos separan, resultan admirables muchas de sus costumbres, como su sistema y apego legal el que es equiparable a su destreza en la táctica para la guerra y el ejercicio de la diplomacia.



- Mitos y religión

Los hititas veneraban a numerosas deidades locales. Una frase recurrente de los documentos de Estado es una invocación a los "miles de dioses de Hatti", venerados en Asia Menor antes y durante el periodo hitita.
La mitología hitita, como su religión, suponen una combinación de elementos que reflejan la diversidad de cultos dentro del reino. Son especialmente interesantes algunos poemas épicos que contienen mitos, originalmente hurritas con motivos babilónicos. Estos mitos tratan de las distintas y sucesivas generaciones de dioses que rigieron el universo y de un monstruo que retó al gobierno del último rey de los dioses. Son similares a los mitos griegos contenidos en la Teogonía (genealogía de los Dioses) del poeta griego Hesíodo y pueden haber sido sus prototipos. No está claro como es, que los mitos llegaron a Grecia, pero es posible que se transmitieran durante el periodo micénico griego (1400-1200 a.C.). Se sabe que los griegos micénicos viajaron al oeste de Anatolia y que comerciaron en la Siria hitita. Los documentos hititas se refieren a los contactos entre los gobernantes hititas y los del reino de Ahhiyawa (Ahhiya), que algunos estudiosos han identificado con el país de los aqueos. Se transmitieran o no elementos culturales hititas al extranjero, muchos subsistieron en Anatolia hasta la llegada de los romanos a Asia Menor en el 190 a.C. Las deidades como la Gran Madre y el dios tormenta (denominado Júpiter Doliqueno por los romanos) todavía fueron veneradas en aquella época.



- El mito del Dios que desaparece

El gran Dios solar preparó una fiesta e invitó a ella a los mil dioses: Comieron, pero ni pudieron satisfacer su apetito. Bebieron, pero no pudieron apagar su sed. El padre del Dios de la tormenta dijo a los dioses: "Mi hijo no esta aquí, se ha puesto furioso, se ha llevado consigo al crecimiento. Se ha llevado cuanto es bueno"... Los grandes dioses y los pequeños dioses, el águila, se hicieron a la busca del dios de la tormenta, pero no lo hallaron. Como último recurso, el padre del Dios de la tormenta fue en busca del abuelo (del Dios de la tormenta) y le dijo: "¿Quién es el que ha pecado, pues la simiente ha perecido y todo se ha secado?". El abuelo dijo: "Nadie ha pecado que no seas tú... Ahora vé en busca del Dios de la tormenta". El padre del Dios de la tormenta se dirigió hacia la gran diosa y le dijo: "El Dios de la tormenta se ha enojado, todo esta seco y la simiente ha perecido y ahora mi padre me ha dicho ‘Es culpa tuya’...".
La gran diosa madre respondió: "Nada temas... vé, traeme a la abeja. Le daré instrucciones y buscará (al Dios de la tormenta)". El padre de Dios de la tormenta dijo a la gran diosa madre : "Los grandes dioses y los pequeños dioses lo han buscado sin hallarlo. Ahora será la abeja la que irá en su busca: sus alas son frágiles, ella misma es frágil... La abeja encontrará al Dios dormido en un bosque. Lo despertará picándolo con su agijón, pero no consigue más que acrecentar la cólera de Dios, que se desencadena contra el país. Los dioses desesperados, recurren a la magia: es la diosa Kamrushepa la que se encargará de apaciguar al Dios, de incitarlo de nuevo a que cuide del rey y de su país.





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